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sábado, 26 de febrero de 2011


Cuando le pedí que se casara conmigo, sentí una excitación tan grande, que pude saber en un segundo lo que quería. Estar junto a ella, siempre, apoyarla en todo y amarla hasta morir.

Los nervios que provocaban ese cosquilleo en mi estomago dominaban mis músculos y casi no podía controlar mi cuerpo.

Sonreíamos como dos niñas de siete años. En realidad...no éramos tan mayores. Yo tenía dieciocho años y ella uno menos.

Estábamos en una habitación de hospital. Ella en cama, enferma, del riñón. Sin fuerzas, queriendo morir. Me pedía que la dejara morir, eso era una opción, pero yo no entraba en ella. Estaba decidida a tener fuerza por las dos.

Sus padres me odiaban. Me odiaban por amar a su hija. Amar no es malo, pero éramos dos mujeres, ese era el único problema.

No me importaba tener que cuidar de una enferma toda la vida, en ese momento...era mi deber. Egoístamente, no iba a estar de acuerdo con ella nunca en que quisiera morir. Aunque me pusiera en su lugar, y pensara lo horriblemente que lo debía de pasar cada vez que vomitaba, o cada vez que se sentía infinitamente débil, me daba una pena horrorosa verla así, pero sonreía siempre al pensar que estaba a mi lado.

Había estado pensando mucho en ella, en su riñón enfermo, en sus padres, en mi madre, incluso en mi. Y estaba definitivamente decidida a donarle un riñón. Si, lo estaba, y nadie podría hacerme cambiar de opinión, jamás había estado tan segura de nada en la vida.

Solo había un problema... no éramos compatibles.

Me daba igual, no importaba, no iba a rendirme, estaba acostumbrada a que las cosas fueran difíciles, así que allí estaba yo, dejando mi vida a un lado para salvar la de otra persona.

Poco tiempo después...uno de los médicos encontró una solución, un cruce de órganos.

No iba a poder donarle el riñón a Sol, iba a donárselo a otra persona, y la pareja de ésa persona, se lo donaría a Sol.

Bueno, estaba dispuesta, 'Solo...decidme lo que tengo que hacer'. Dije sonriendo a la vida.

Así que se lo expliqué a Sol, y la vi feliz después de tanto tiempo. Ella iba a dejar de ser una enferma, y yo iba a dejar de sufrir por ella.

Al final...todo acabó saliendo perfecto.

No más tratamientos, no más momentos aguantándole la cabeza cuando vomitara, no más ruegos de suicidios, y no más llantos. Todo iba a acabar, todo...menos el odio de sus padres hacia a mi. Pero...los que se quieren, son indestructibles. Esa era la mayor verdad de todas.

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